Con el fin de desahogarme un poco, les narraré la odisea que tuve que pasar el fin de semana anterior para recuperar mi carrito de las sucias garras manos del departamente de Tránsito. Pero antes, un poco de background en el asunto:
Como parte del «Operativo Conjunto Chihuahua» se establecen retenes (bloqueos) aleatoriamente en distintas calles de la ciudad con el fin de retirar los polarizados de los vehículos y confiscar los carros que no tengan placas, pues no pueden ser identificados y tal hecho se presta para incurrir en actos delictivos.
Todo esto con el pretexto de velar por la seguridad del ciudadano, aunque todos sabemos que sólo es otra manera de sacarle dinero al exprimido pueblo. La cosa funciona así: en Chihuahua (y demas estados fronterizos por lo general) hay muchos carros «chuecos» que fueron importados, pero no nacionalizados, lo cual los hace más baratos y no susceptibles de impuestos arcaicos y tramposos como la tenencia. Cada cierto tiempo, el gobierno del estado realiza brigadas para recoger dichos autos. El show dura unas cuantas semanas para amedrentar a la población, hasta que las mismas autoridades resurgen como héroes de su propia villanía al lanzar algún engomado, registro o padrón que les permita a esos vehículos circular de nuevo por una módica cantidad.
Ahora nos encontramos en la etapa del relajo, y para mi infortunio me toco uno de esos dichosos retenes. Salía de mis prácticas en la Ford con rumbo a la escuela para hacer unos trámites cuando, a unos 500 metros de mi destino, estaba el bloqueo. «Ahora estamos recogiendo estos carros, compa» fué básicamente lo que me dijo el agente de tránsito, en un tono amable por lo menos. Los de las gruás hicieron el inventario y mi mamá llegó por mi, pues nos íbamos a reunir precisamente en el tec. A partir de ahi le perdí la vista a mi querido toyotín, y comenzó la larga travesía.
Fuimos directo a la oficina de tránsito, ahora junto con mi papá, para ver qué es lo que se hace en estos casos, y nos dirigieron al departamento jurídico. Ahi nos dijeron que necesitaban el título del carro, la multa y la licencia de la persona que iba manejando cuando la unidad fue retirada. Santas irregularidades, Batman! El muchachito no tenía licencia. Llevaba perdida un buen tiempo y vencida aún más, por lo que forzosamente tuve que sacar una nueva.
Después de esperar una hora a que mi mama trajera nuestro comprobante de domicilio y curp (y un pantalón, por razones completamente ajenas a la intención de éste relato), nos formamos en la fila para hacer el trámite. Sacar la licencia fué sorpresivamente de lo menos engorroso, pues sólo esperamos aproximadamente una hora en la línea y después, entre la revision de documentos, el examen médico, el pago y la entrega, transcurrieron unos 30 o 40 minutos (fue un día de muchas esperas, no saben cuanto extrañé mi DS).
Ya había oscurecido para cuando, con licencia en mano, regresamos al departamento jurídico. Fué ahí cuando me di cuenta que, tristemente, Japón no esta entre los países que firmaron el TLC. «Su carro fué ensamblado en Japón, por lo que no se puede nacionalizar. Lo que les aconsejamos a las personas en estos casos es que ya no circulen más con el vehículo». Vaya consejo. Y luego otro susto: para sacarlo del corralón, debíamos de pagar todas las infracciones anteriores del auto, cuyo monto ascendía a los 3300 pesos.
Gracias a Dios la licenciada que nos atendió (una ex-alumna de mi papá) logro encontrar la manera para que sólo tuviéramos que pagar la úlima multa. Recabó unas cuantas firmas, se quedó con mi título y me dió las instrucciones para el día siguiente poder recuperar el carro.
Y así lo hice. Abusando de la amabilidad del grillo, quien me dió el ride, fuí a la oficina de tránsito de nueva cuenta para que me autorizaran la liberación del carro, de ahí a la central de las grúas para pagar por la remolcada y después al mismísimo corralón, para sacarlo de una vez por todas. Y para que termine de parecer chiste, a unos 500 metros de haber salido me encontré…OTRO RETEN. En fin, me dejaron ir, con su negociación de por medio, y por última vez fui de nuevo a la oficina de tránsito a que le tomaran fotos al auto y a recoger mi título.
Reconozco que no soy una víctima indefensa, pues andaba sin licencia y con un carro chueco. Pero el proceso es terriblemente ineficiente y pesado. Aunado a eso, el operativo es de lo más arbitrario e inútil, pues los verdaderos delincuentes van a andar con placas y todo en regla, mientras que el ciudadano común será quien pague los platos rotos. Como siempre.