Aprovechando que el tema de Megaman está de moda, me permitiré relatarles una historia de mi niñez que tiene de todo: engaño, suspenso, hacking, crossovers con los personajes populares de la época y un final inesperado que ocurre una década después.
Todo comenzó cuando mi mamá me trajo un nuevo juego de Megaman para una consola pirata que habíamos adquirido por allá de los inicios de los noventas (muy mal hecho niños, no lo hagan). Era el esperadísimo Megaman V, la nueva entrega de las aventuras del humanoide más popular del Nintendo, así que ni tardo ni perezoso me dispuse a jugarlo.
Aparte de ser un juego de plataformas y del personaje principal, todo era muy distinto de lo que esperaba: megaman se colgaba de ganchos y ciertas superficies, no había pantalla de selección de enemigos, tenía tres armas desde el principio, su medidor de vida era un corazón y sus enemigos eran… patos??? Bastante fué mi desconcierto, pero seguí jugando porque en sí el juego no era malo.
Tiempo después me compraron el verdadero juego de Megaman V para el NES original, y terminé pensando que aquella era una simple versión pirata. Pero con el pasar de los años la intrincada mentira en la que caí se fué desenmarañando, hasta que al final me di cuenta de que:
- Lo que yo jugué en realidad era una versión alterada del videojuego del Pato Darkwing (100 puntos de coolness a quién lo recuerde) con los sprites de Megaman; supongo que lo hicieron para vender más a los pobres e ingenuos niños.
- La consola que siempre creí que era pirata no era sino un Famicom (mejor conocido por éstas tierras como El Family), un Nintendo original de Japón que aquí era más barato porque lo traían de contrabando:
- El hacking y el modding es mucho más viejo de lo que pensaba.